martes, 16 de octubre de 2012

TERTULIA POLÍTICA

Pedro Martínez Serrano
Nunca antes como ahora, la Procuraduría de Derechos Humanos de Baja California (PDH) había estado en manos de un sujeto tan servil, tan rastrero, tan zalamero y, para colmo, un vulgar vividor de la simulación. No sólo eso, el tal Arnulfo de León Lavenant, un abogadillo que vivió reptando en oficinas, en busca de migajas, resultó ratero, tramposo y cínico.

El brillo, el prestigio y reconocimiento nacional e internacional que alcanzó esa oficina a principios de los 90’s, cuando fue creada a iniciativa del ahora senador, entonces gobernador, el primero del Partido Acción Nacional (PAN), Ernesto Ruffo Appel, se redujo ya a nada. El ejemplo nacional en que se constituyó la PDH, gracias al compromiso de su primer titular, José Luis Pérez Canchola, se redujo a nada. Ni siquiera con el obscuro, simulador y vengativo Raúl Ramírez Baena, ese organismo estuvo tan mal.
Hoy, el tinterillo de quinta, el servil abogadete que fue colocado al frente de la Procuraduría de Derechos Humanos, además de dedicarse a conseguir comprobantes para robarse parte del presupuesto, se ha convertido en un vulgar y rastrero edecán, abre puertas y bufón del concesionario del hipódromo de Aguacaliente, Jorge Hank Rhon. Me dicen que a mañana tarde y noche, se mantiene atento y sumiso a las órdenes de los gatos del mexiquense.
Y raya en lo abyecto. Arnulfo de León Lavenant, en las reuniones a las que se arrima, en las que se cuela en el staff de bufones que integran el primer círculo de Jorge Hank, me dicen que asume actitudes indignas, acomedidas prontonas, serviles, rastreras. Hoy, quien debería ser el responsable de la defensa de los derechos humanos de todos los bajacalifornianos, funge casi como portero de la residencia del ingeniero Hank.
Ah, pero Arnulfito no nomás hace tareas de servidumbre en el hipódromo, se da tiempo para andar de lame suelas del corrupto presidente municipal Carlos Bustamante Anchondo. Me dicen que el mal llamado ombudsman, enloquece, se desvive, pierde el control, deja lo que esté haciendo, para atender de inmediato el tronido de dedos del alcaldete Bustamante.
Y mientras el procuradorcito de Derechos Humanos dedica su día a inclinarse en oficinas del hipódromo y la presidencia municipal, los abusos policiacos, lo mismo de la estatal que de las municipales, de la ministerial y más, se multiplican en las calles y oficinas públicas de todo el estado.
Nunca como hoy, un procurador de Derechos Humanos, había causado tanto daño a la institución, como el servil, rastrero y ratero interprete de la política de la bicicleta, que patea a los de abajo y se agacha con los de arriba, Arnulfo de León Lavenant.

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