Pedro Martínez Serrano
Nunca
antes como ahora, la Procuraduría de Derechos Humanos de Baja
California (PDH) había estado en manos de un sujeto tan servil, tan
rastrero, tan zalamero y, para colmo, un vulgar vividor de la
simulación. No sólo eso, el tal Arnulfo de León Lavenant, un abogadillo
que vivió reptando en oficinas, en busca de migajas, resultó ratero,
tramposo y cínico.
El
brillo, el prestigio y reconocimiento nacional e internacional que
alcanzó esa oficina a principios de los 90’s, cuando fue creada a
iniciativa del ahora senador, entonces gobernador, el primero del
Partido Acción Nacional (PAN), Ernesto Ruffo Appel, se redujo ya a nada.
El ejemplo nacional en que se constituyó la PDH, gracias al compromiso
de su primer titular, José Luis Pérez Canchola, se redujo a nada. Ni
siquiera con el obscuro, simulador y vengativo Raúl Ramírez Baena, ese
organismo estuvo tan mal.
Hoy,
el tinterillo de quinta, el servil abogadete que fue colocado al frente
de la Procuraduría de Derechos Humanos, además de dedicarse a conseguir
comprobantes para robarse parte del presupuesto, se ha convertido en un
vulgar y rastrero edecán, abre puertas y bufón del concesionario del
hipódromo de Aguacaliente, Jorge Hank Rhon. Me dicen que a mañana tarde y
noche, se mantiene atento y sumiso a las órdenes de los gatos del
mexiquense.
Y raya en
lo abyecto. Arnulfo de León Lavenant, en las reuniones a las que se
arrima, en las que se cuela en el staff de bufones que integran el
primer círculo de Jorge Hank, me dicen que asume actitudes indignas,
acomedidas prontonas, serviles, rastreras. Hoy, quien debería ser el
responsable de la defensa de los derechos humanos de todos los
bajacalifornianos, funge casi como portero de la residencia del
ingeniero Hank.
Ah,
pero Arnulfito no nomás hace tareas de servidumbre en el hipódromo, se
da tiempo para andar de lame suelas del corrupto presidente municipal
Carlos Bustamante Anchondo. Me dicen que el mal llamado ombudsman,
enloquece, se desvive, pierde el control, deja lo que esté haciendo,
para atender de inmediato el tronido de dedos del alcaldete Bustamante.
Y
mientras el procuradorcito de Derechos Humanos dedica su día a
inclinarse en oficinas del hipódromo y la presidencia municipal, los
abusos policiacos, lo mismo de la estatal que de las municipales, de la
ministerial y más, se multiplican en las calles y oficinas públicas de
todo el estado.
Nunca
como hoy, un procurador de Derechos Humanos, había causado tanto daño a
la institución, como el servil, rastrero y ratero interprete de la
política de la bicicleta, que patea a los de abajo y se agacha con los
de arriba, Arnulfo de León Lavenant.
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