Rosarito Informa.-A Federico Reyes Heroles (1955) le sorprende encontrar entre
mis manos Ante los ojos de Desirée, su primera novela publicada en 1983. La
sorpresa del escritor de ensayos y novelas no es porque Ante los ojos de
Desirée ya no se encuentre en el mercado. No. Se admira porque la portada
pertenece a una colección llamada “¿Ya leíste?”, que publicó en 2000 la
editorial del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores
del Estado ( ISSSTE).
—¿Dónde la encontraste? —dice al sentarse en la recepción de
rectoría de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco.
—Entre libros viejos que un señor vendía en el centro de
Villahermosa—dije. Nunca le menciono que me costó diez pesos y que con cuarenta
me llevé a casa El sentido de la poesía y otros ensayos de Alí Chumacero, Álbum
de zoología de José Emilio Pacheco y Cómo mataron a mi abuelo el español de
Beatriz Espejo.
Ante los ojos de Desirée, se lee en la contraportada, es
“una interesante narración donde la política hace acto de presencia”.
De visita en Tabasco para ser homenajeado por la UJAT en la
Feria Universitaria del Libro, edición 2012, Reyes Heroles recuerda el 83, el
año de la aparición de la novela y de cómo el lector creyó que uno de los
personajes, el director del diario El Frente, estaba inspirado en aquel
periodista Manuel Becerra Acosta, director y fundador del diario Unomásuno, “y
la verdad es que yo no conocía a Manuel Becerra Acosta”.
Con algunos rastros de sudor en la camisa de rayas blancas y
azules, el articulista del diario Reforma no olvida a los personajes de Ante
los ojos de Desirée: Luciano Talbek (periodista), Antonio (director), Desirée
(la mujer deseo), Francisco Ordoñez (el informante), Gabia (el posible rescate
amoroso de Talbek)
En un ensayo publicado por el propio Reyes Heroles, encontré
que:
Ante los ojos de Desirée, se publicó en 1983 por una
editorial pequeña, frágil desde el punto de vista financiero. Me refiero a
Editorial Joaquín Mortiz encabezada por don Joaquín Díez-Canedo, un gran editor
de origen español. Don Joaquín era el prototipo del editor que se centraba en
la calidad de los textos independientemente del éxito o fracaso de las ventas.
Muchos de los grandes literatos de mi país como Carlos Fuentes, Octavio Paz,
José Emilio Pacheco, Jaime Sabines, Juan José Arreola entregaron sus ediciones
a don Joaquín Díez-Canedo. Pero también era conocido que don Joaquín no
invertía un centavo en la promoción de los libros.
Cuando Ante los ojos de Desirée, Reyes Heroles -autor de El
abismo y Noche tibia- se empezó a distribuir en la ciudad de México, muchos
periodistas asistían a las redacciones de los periodísticos un poco
bamboleándose:
“Entonces el alcoholismo que es una característica del
director (en la novela) era muy común que las gentes estuvieran alcoholizadas
porque pensaban que así hacían mejor su trabajo, o yo no sé por qué, (pero) a
donde se acercaba uno, había esta tradición”.
A decir del escritor mexicano, los mismos periodistas que no
podían escribir aislados de las copas frecuentaron un restorán llamado Los
Guajolotes, soldados de la información que “estaban a altas horas de la noche”
en la espera de retornar a las redacciones de los diarios, “a seguir
trabajando”.
El periodista Antonio Talbek delira por Desirée (desear)
durante la historia en la que él publica un sinfín de artículos, sin citar
fuentes (sólo al final de la historia), y en los que denuncia los actos de
corrupción por parte de ministros en la compra de armamento.
A Reyes Heroles le pregunté sobre la relación entre el
periodismo descrito en la novela y el que se realiza hoy por hoy en México, y
el mundo. Para él, el periodismo es y continúa vinculado con las denuncias
sobre corrupción, un tema que se ha elevado al rango de la ficción. Pareciera
que lo ocurrido en la novela es el propio presente.
Desirée aparece y desaparece de la vida de Talbek. Por un
momento el lector cree que no existe. Aunque en el capítulo tres de la novela,
esta mujer, deseada por el periodista, es golpeada o levantada por unos hombres
que irrumpen en el departamento que comparten ambos en la ciudad de México.
El periodista Talbek (un lector voraz de Hegel, Marx o
Dilthey) pierde el amor de Desirée y a pesar de que la sustituye por Gabia,
todo lo que sucede pasa ante los ojos de Desirée, a quien no puede olvidar. La
novela, de paso, es una crítica de la sociedad, de la incomprensión amorosa,
pero sobre todo de la corrupción política y las formas de hacer periodismo a
través de un periódico (El Frente) cuya función es cuestionar los errores del
Estado.
—¿El periodismo de Luciano Talbek es el mismo periodismo que
se practica hoy en México o en América Latina?
—Creo que los retos han cambiado. Porque antes, hace 30
años, había qué pelear, primero, por conseguir la información. Mucha de la
información no estaba ahí. Había que indagar, no puedo decir investigación
porque el periodismo no da tiempo para un periodismo de investigación de largo
alcance. Ahora el reto es diferente porque la investigación está ahí, la tiene
el lector probablemente antes que uno. Sin embargo, cuál es la tarea ahora:
digerirle al lector de una manera racional (los contenidos) porque si no el
lector es apabullado por la enorme cantidad de información que puede llevar en
su teléfono. El agregado sería la interpretación y ésta requiere de muchas
horas de estudios.
Ante el calor que se siente en Tabasco, Reyes Heroles hace
un cambio de camisa en la rectoría de la UJAT. Antes le habían puesto -detrás
de su asiento y de manera discreta- un ventilador, y le habían acercado una
segunda coca cola dietética, su refresco preferido. No duda en abrir la lata.
En la novela, Talbek logra -con sus publicaciones- el cese
de un ministro por elevar los costos del armamento que se compró para el
Ejército. Le pregunto a Reyes Heroles, si el periodismo mexicano o
latinoamericano sigue provocando la caída de funcionarios a través de la
investigación, del reportaje:
“Tan sigue siendo válida la tesis que usted me está haciendo
recordar lo que están viviendo en Brasil con la renuncia de cinco ministros y
algunos de ellos imputados por haber recibido dinero para legislar. Lo de la
compra de armamento también fue un escándalo en la guerra en Irak. Se desnudó
el tráfico de armas que había de las empresas italianas, francesas. Y provocó
el sisma en varios gobiernos. Las temáticas son las mismas, la velocidad y la
interpretación es lo que ha cambiado.
—¿Entonces qué más ha cambiado en el periodismo?
—Los ritmos del periodismo son otros. Yo comencé en el
Unomásuno en 1981. Llevaba uno los artículos personalmente y después eran
tipiados para imprimirse, y esta parte ha cambiado muchísimo. El periodismo
(hoy) responde a una velocidad auténticamente digital y, por lo tanto, los
reflejos periodísticos son algo imprescindibles para hacer un bueno periodismo.
—Sin embargo, hoy no se están explorando los géneros de
opinión. Hay un interés mayor por la crónica, no así por los artículos de
fondo, las reseñas.
—Creo que uno de los riesgos que estamos enfrentando es que
cada quien tenga el periódico que desea leer. Usted puede vivir en un mundo muy
peculiar e individual y pensar que esta es la información que se maneja en el
mundo. Podemos hoy construir nuestros propios periódicos. Hay agencias que
envían el nombre de los autores que uno quiere leer. Por lo tanto pierde la
oportunidad de leer los comentarios que uno no quiere ver. Es un riesgo porque
estamos perdiendo el punto de encuentro que antes era obligado.
—Luciano es un periodista-lector, ¿cree usted que hemos,
como periodistas, perdido el gusto por la lectura?
—Al periodista de hoy se le demanda formación, porque
insisto, el conseguir información ya no es el reto. Cómo acomodamos, desde el
punto de vista ético, moral, todos los acontecimientos que estamos dirigiendo.
Si algo ocurre en medio oriente ahorita nos enteramos en nuestros teléfonos,
pero cómo podemos enmarcarle al lector el acontecimiento, y esto supone una
formación histórica, ética, muy sólida.
Ante de los ojos de Desirée apareció por primera vez con el
sello editorial de Joaquín Mortiz. Después en la colección del ISSSTE y hace
pocos años en la editorial española Alfaguara, acompañada de esta breve reseña:
Una nueva oportunidad de leer la primera novela de un autor
intimista Todo hombre anhela a una mujer. Sólo a una: la verdadera, la única,
la diosa. Él, periodista latinoamericano de apellido Talbek y Luciano de
nombre, dispara con tinta hasta convertirse en actor de la propia escena que
pareció haber imaginado. Desirée lo seduce en cátedra, se trasluce por el vino
y lo acompaña en una irrefrenada marcha por el dédalo de su ser social. Los
documentos corren de ministerio en ministerio; artículo tras artículo se
ascienden en espiral que cambia de persona. Talbek es Luciano que habla, que se
habla, que nos habla siempre observado por una incrédula mirada que lo mira y
que nos mira.
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