Por: Gerardo Fragoso M.
Las dos car(t)as de Bustamante
Agobiado por los cada vez más graves señalamientos de corrupción que se le hacen a su administración, el empresario Carlos Walterio Bustamante Anchondo busca ungir en el Palacio Municipal a quien pueda ser su tapadera y obedezca sus designios, como se ha negado a hacerlo el actual presidente municipal, Jorge Enrique Astiazarán Orcí.
Enfurecido porque el actual inquilino de la máxima silla tijuanense se atrevió a clausurarle su casino Grand Arenia, Bustamante quiere investir como alcalde, desde el 1 de diciembre, a un auténtico guiñol.
Aferrado a establecer un Maximato en Tijuana, el otrora munícipe busca cristalizar sus afanes con un par de cartas.
La primera es su amigo David Saúl Guakil, quien fuera secretario para el Desarrollo Social durante la administración de Bustamante.
Guakil es parte de un círculo que completa Rufo Ibarra Batista, actual delegado en la secretaría de Economía -y sucesor en dicho cargo del mismo David-, quien fue tesorero municipal con Bustamante.
Ibarra, cuya operación financiera es cuestionada innumerables veces en el dictamen 241 de la comisión de Hacienda y Crédito Público, emitido por la 21 legislatura del Congreso del Estado, tendría altas probabilidades de regresar su boca a la ubre municipal si Guakil arriba al edificio de Padre Kino.
Pero el textilero no es la única carta que Bustamante tiene para 2016.
El otrora edil ya tiene de avanzada a sus hijos en la campaña de Carolina Aubanel Riedel, su ex mujer.
Los vástagos están apurados en su tarea de compilar firmas para convertir a su madre en candidata "independiente".
Y aunque hace ya muchas lunas que Aubanel no duerme en la misma cama de Bustamante, los negocios y el dinero no saben de divorcios, ni de sábanas.
Una cosa es clara: Bustamante eligió bien a sus delfines, pues Aubanel ha puesto los intereses de su ex marido por encima de las afrentas hechas por este a su dignidad personal, mientras que la primera lealtad de Guakil es con su ex jefe, antes que con su partido político.
El antiguo munícipe se frota las manos con la posibilidad de imponer en el PRI a Guakil, y elevar a su ex cónyuge en la intención de voto, tanto como para armar un final de foto entre sus delfines, en el cual, gane quien gane, Bustamante triunfe y Tijuana pierda.
Twitter: @gerardofragosom
Las dos car(t)as de Bustamante
Agobiado por los cada vez más graves señalamientos de corrupción que se le hacen a su administración, el empresario Carlos Walterio Bustamante Anchondo busca ungir en el Palacio Municipal a quien pueda ser su tapadera y obedezca sus designios, como se ha negado a hacerlo el actual presidente municipal, Jorge Enrique Astiazarán Orcí.
Enfurecido porque el actual inquilino de la máxima silla tijuanense se atrevió a clausurarle su casino Grand Arenia, Bustamante quiere investir como alcalde, desde el 1 de diciembre, a un auténtico guiñol.
Aferrado a establecer un Maximato en Tijuana, el otrora munícipe busca cristalizar sus afanes con un par de cartas.
La primera es su amigo David Saúl Guakil, quien fuera secretario para el Desarrollo Social durante la administración de Bustamante.
Guakil es parte de un círculo que completa Rufo Ibarra Batista, actual delegado en la secretaría de Economía -y sucesor en dicho cargo del mismo David-, quien fue tesorero municipal con Bustamante.
Ibarra, cuya operación financiera es cuestionada innumerables veces en el dictamen 241 de la comisión de Hacienda y Crédito Público, emitido por la 21 legislatura del Congreso del Estado, tendría altas probabilidades de regresar su boca a la ubre municipal si Guakil arriba al edificio de Padre Kino.
Pero el textilero no es la única carta que Bustamante tiene para 2016.
El otrora edil ya tiene de avanzada a sus hijos en la campaña de Carolina Aubanel Riedel, su ex mujer.
Los vástagos están apurados en su tarea de compilar firmas para convertir a su madre en candidata "independiente".
Y aunque hace ya muchas lunas que Aubanel no duerme en la misma cama de Bustamante, los negocios y el dinero no saben de divorcios, ni de sábanas.
Una cosa es clara: Bustamante eligió bien a sus delfines, pues Aubanel ha puesto los intereses de su ex marido por encima de las afrentas hechas por este a su dignidad personal, mientras que la primera lealtad de Guakil es con su ex jefe, antes que con su partido político.
El antiguo munícipe se frota las manos con la posibilidad de imponer en el PRI a Guakil, y elevar a su ex cónyuge en la intención de voto, tanto como para armar un final de foto entre sus delfines, en el cual, gane quien gane, Bustamante triunfe y Tijuana pierda.
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