No es nuevo que López Obrador quiera acabar con una de las grandes apuestas de Peña Nieto. Lo ha repetido hasta la saciedad. En esta ocasión, sin embargo, lo dijo en el Palacio Nacional, en la casa de su impulsor, a pocos metros de él, justo después de que el actual presidente sugiriese que se debía continuar con esta reforma. “En su momento, en tiempo y forma, vamos a cancelar la reforma educativa y dar a conocer un plan distinto”, respondió López Obrador. “Quiero dejar claro que se va a cancelar la reforma educativa y va a ser sustituida por otra reforma que va a tomar en consideración el punto de vista de maestros y padres de familia”, insistió el presidente electo, quien solo otorgó a Peña Nieto una tregua hasta el 1 de diciembre: “Mientras esto no suceda, vamos a acatar lo que está establecido en las leyes”.
Para tratar de amortiguar el golpe, el actual presidente aseguró que “no hay disputa, hay puntos de vista distintos” sobre la reforma educativa. “Ambos gobiernos queremos que los jóvenes tengan una buena educación, respetamos que haya una visión diferente”.
Peña Nieto no quedaba tan evidencia en un acto público desde la visita de Donald Trump, cuando el actual presidente de Estados Unidos acudió a México en plena campaña electoral. La incomodidad del momento se veía reflejado en los rostros de los dos protagonistas. Peña Nieto se mostró incómodo durante la comparecencia posterior al encuentro con López Obrador, en la que se admitieron preguntas de los medios de comunicación, algo inusual en el sexenio del dirigente priista. El presidente electo, que respondía siempre después de Peña Nieto, no titubeó a la hora de dejar clara sus posturas y lanzar mensajes que incomodaban a su anfitrión: “No vamos a ejercer un gobierno al servicio de una persona o de un grupo, no vamos a tener un gobierno que actúe como un comité al servicio de personas o de una minoría”, aseguró. En referencia a la consulta sobre el futuro del nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, lanzó un dardo: “Para no equivocarnos lo mejor es preguntar. El pueblo, aunque no les guste a algunos la expresión, es el que manda”.
En su tercer encuentro tras la victoria de López Obrador el 1 de julio, el actual mandatario y el próximo presidente de México escenificaron el inicio formal de la transición entre ambos Gabinetes, toda vez que previamente el líder de Morena no había recibido la notificación oficial de ser el presidente electo. Un formalismo al que acompañó una reunión inusual de todos los integrantes de los dos Gobiernos. Un encuentro del que ambos dirigentes destacaron su clima de “respeto y cordialidad” y su compromiso de colaborar para que el 1 de diciembre, cuando López Obrador tome posesión del cargo, el futuro gobierno pueda trabajar con toda la información disponible.
En el encuentro no estuvo presente la persona de la que, no obstante, más se habló durante el encuentro con los medios: Elba Esther Gordillo. Horas antes de la reunión entre los dirigentes, la que fuera poderosa líder del sindicato de maestros reapareció tras quedar libre después de cinco años presa y aseguró que había sido víctima de una persecución del Gobierno de Peña Nieto.
“Para este Gobierno no reviste mayor trascendencia la posición de la maestra”, aseguró el actual presidente mexicano sobre las declaraciones de Gordillo. “Este Gobierno es respetuoso de las decisiones del poder judicial. No ha habido encono particular con la maestra”, añadió, de nuevo incómodo, Peña Nieto. Más sosegado, López Obrador aseguró que “si ella es declarada inocente, libre, se tiene que respetar su derecho de participación”. El presidente electo negó que Gordillo vaya a trabajar en el próximo gobierno, pero dejó entrever, como hiciese ella horas antes, que habrá comunicación entre ambos: “Como ciudadana va a ejercer sus derechos, se van a reconocer sus derechos”.
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