Cero Grados.-Después de los primeros 100 días del gobierno
del presidente López Obrador no era difícil identificar la incomodidad que
desbordaba la imagen oculta del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo
Ebrard Casaubón: pocos viajes y pocos mensajes, bajo perfil.
No es común que un secretario de Relaciones Exteriores se
acuartele en su oficina durante demasiado tiempo, sobre todo sabiendo que el
presidente mexicano no es ni será un viajero frecuente (al exterior). No es
casualidad que entre sus promesas de campaña reluciera la venta del avión
presidencial.
Existe, en la oficina del secretario Ebrard, quien sostiene
lo contrario, que la correlación debe ser positiva: frente la ausencia del
presidente en el mundo, menor número de viajes del secretario Ebrard hacia el
mundo. Pienso lo contrario.
El pasado martes 2 de abril Ebrard le presentó su renuncia a
López Obrador. El presidente no se la aceptó.
Ebrard llegó el 1 de diciembre a Relaciones Exteriores sin
la existencia de una segunda opción. Es decir, López Obrador no tenía entre su
cartera de secretarías alguna opción para Ebrard que no fuera la de Relaciones
Exteriores.
Durante los primeros 100 días Ebrard comprobó que el sexenio
de Obrador no está hecho para lucir en el exterior. La conclusión: un
presidente sin brillo internacional mantiene a su secretario de Relaciones
Exteriores como una pieza ornamental.
José Antonio Meade llegó al piso 22 del edificio de
Relaciones Exteriores bajo una encomienda: ser una especie de secretario de
Economía Internacional. Así se lo propuso Luis Videgaray al entonces presidente
electo Peña.
La política exterior del pasado sexenio se encontraba dentro
de los cinco grandes objetivos del gobierno (a pesar de que hacia la mitad del
sexenio varios escenarios eclipsaron la intención de Peña; el relevo de Meade
por Claudia Ruiz Massieu confirma que hubo una degradación de la política
exterior en la agenda de Peña Nieto).
La visita de Nicolás Maduro a Palacio Nacional fue el primer
examen para Ebrard. Pocas semanas después 50 países decidieron romper de facto
sus relaciones diplomáticas con el régimen de Maduro, el segundo examen, pero
con mayor grado de dificultad. El nacimiento del Mecanismo de Montevideo
ocurrió a destiempo. Tercer examen. Uruguay apuñaló a Ebrard el día que Ebrard
llegó a Montevideo. El gobierno de Tabaré decidió unirse al Grupo de Contacto
Internacional promovido por la Unión Europea.
El cuarto examen llegó muy pronto a través de una carta que
no redactó Ebrard, la dirigida al rey Felipe VI exigiéndole un perdón por lo
ocurrido hace cinco siglos.
El quinto examen llegó el 1 de abril, en Palacio Nacional.
Un grupo de congresistas estadounidenses del comité de Exteriores se reunió con
López Obrador. Entre las fotografías que presidencia no tuvo que distribuir a
la prensa se encuentra una en la que Ebrard aparece medio perdido entre
cabezas.
Ebrard sabe que su objetivo transexenal no lo podrá cumplir
desde el blanco favorito de Trump, y nada favorito del presidente López.
Fuente: www.eleconomista.com.mx
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