lunes, 11 de febrero de 2013

Cuando la Iglesia oculta criminales

por: Jorge Ramos


Si el Vaticano quiere de verdad enviar el mensaje de que está haciendo algo en contra del abuso sexual contra niños, entonces tiene que entregar a la policía a los sacerdotes pedófilos que hoy oculta. No hay otra salida honorable y justa.


La reciente reunión del Papa Benedicto XVI con los obispos de Irlanda sobre los cientos de casos de abuso sexual en ese país durante más de 3 décadas culminó con una vaga y tibia declaración sobre la “grave crisis” que enfrenta la iglesia. Pero el Vaticano no nombró ni entregó a la justicia civil irlandesa a los sacerdotes criminales y a sus cómplices. El Papa tiene que hacer mucho más para ser creíble en este asunto.

El liderazgo de la iglesia católica no parece haber aprendido mucho de la crisis que sufrió recientemente en Estados Unidos y no ha podido recobrar su credibilidad.

En Estados Unidos la iglesia católica no entregó a la justicia a los sacerdotes abusadores. En muchos casos solo los cambió de parroquia. Y en la Diócesis de Los Angeles, por poner un ejemplo, pagó 660 millones de dólares para cerrar 508 casos de abuso sexual pero no identificó ni entregó la policía a los religiosos que cometieron esos crímenes.

Ahora el Vaticano está siguiendo la misma estrategia fallida y cobarde en Irlanda.

La jefatura de la iglesia denuncia, sí, los crímenes cometidos contra cientos de niños irlandeses. Pero, más allá de su aparente indignación pública, no hace nada al respecto.

La Comisión Investigadora del Abuso Sexual publicó un reporte en Mayo del 2009 sobre los maltratos físicos y sexuales que sufrieron 413 niños en 26 escuelas o reformatorios católicos en Irlanda. (www.childabusecommission.com) Las descripciones de los niños que fueron abusados son aterradoras. Hay golpes, violaciones, masturbaciones forzadas, sexo anal, amenazas, complicidades y, sobre todo, silencio.

-“Una noche, el religioso X se abrió los pantalones, tomó mi mano y se la puso en sus partes privadas y por miedo, obedecí. Me dijo qué hacer y culminó en una masturbación…”

-“Eran sobre todo lo huérfanos los que eran abusados. No tenían a quien recurrir.”

-“Un religioso vigilaba mientras otro me abusaba sexualmente y luego se cambiaban. Todas las veces terminaba con una golpiza. Cuando le dije a un sacerdote en confesión lo que había ocurrido, dijo que yo era un mentiroso. Nunca volví a hablar de eso.”

-“(El religioso) abrió los botones de su pantalón, me dijo que me bajara los míos (y la víctima describe una violación anal).”

El reporte está cargado de gráficas descripciones de abuso infantil por parte de sacerdotes y religiosos católicos. Y lo más grave de todo es que, en su mayoría, los victimarios están libres.

Lo único positivo de estos escándalos en Estados Unidos y en Irlanda es que, al conocerse, evitan que se repitan. Pero me preocupa mucho que se sepa tan poco sobre el abuso sexual por parte de sacerdotes católicos en América Latina.

Yo estudié en una escuela católica en el estado de México y sufrí como muchos de mis compañeros los golpes, humillaciones y maltratos de tres sacerdotes benedictinos.

Uno, gigantón, cargaba en el pantalón una suela de zapato con que nos golpeaba y sacaba sangre. Otro, rubio y sádico, además de sus golpizas, trataba de humillarnos a base de su fuerza bruta y cuestionable autoridad. (Esa es la primera persona que odié en mi vida). Y uno más, cantarín, nos arrancaba alegremente y a jalones los pelos de las patillas. Los tres nos abusaron impunemente por años.

Tuvimos suerte de no sufrir abusos sexuales. Pero estoy seguro que en otras escuelas católicas de México y América Latina la historia es muy distinta. ¿Y donde está ese reporte? Tarde o temprano tendrá que ser investigado y escrito. Como en Irlanda.

El silencio que sigue imponiendo el Vaticano al negarse a investigar, nombrar y entregar a la juticia a los sacerdotes culpables de pedofilia es otro abuso más. Al ocultar criminales se hace cómplice de esos crímenes. Ya es hora que la iglesia católica se ponga del lado de las víctimas y no de los sacerdotes criminales. El silencio mata.

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