PRITANIC
Por: Gerardo Díaz Valles
No son uno ni son dos los distinguidos cuadros del PRI que hicieron pública su renuncia al partido en el que habían militado buena parte de sus vidas.
Esto al llegar a un punto insostenible de ruptura, al considerar varios de ellos que justo ahora en el periodo de Enrique Peña Nieto el partido se alejó de sus principios de doctrina e ideales como el de la justicia social.
De aquellos tiempos en que enarbolaba causas sensibles de la población, que dejó de ser un partido del lado de la gente, para convertirse en una franquicia de mercadotecnia política, de perversas alianzas electoreras.
El PRI es hoy en día un instrumento de férreo control, de vergonzante sometimiento y la descarada manipulación, arbitrario y autoritario.
Un partido plagado de tecnócratas perfumados desentendidos de la base social, ignorante de las necesidades de la gente común, de los ciudadanos de a pié.
Un partido de señoritos que ni siquiera logran comprender que están arrastrando al país al precipicio.
Un partido donde las traiciones, las amenazas, los chantajes y agandalles de los grupos dominantes, sordos al clamor de las mayorías. Todo esto es la moneda de uso corriente en el tricolor partido, donde a sus dirigentes les importa un “pepino” llevarse por delante a gente noble y valiosa, es decir de esos liderazgos autenticos con arraigo en la comunidad, de esos que son garantía de triunfo en las urnas.
El PRI dejó de ser un partido de masas para convertirse en un partido de elites y cúpulas, un selecto club de tecnócratas encerrados en su burbuja, desentendidos de la realidad que agobia a la gente.
Ese partido es una pesada loza para el país, que ya no aporta siquiera alguna lucecita de esperanza para los millones de mexicanos empobrecidos y hambreados.
De las renuncias expuestas a nivel local sobresalen las de José Osuna Camacho en Tijuana y la de Javier Hernández Tovalín en Rosarito seguido por otros que ya siguen sus pasos o piensan hacerlo pronto al no percibir mejoras.
Pese al nombramiento del mediocre Chris López en la dirigencia estatal impuesto por su padrino Roberto Alcide Beltrones, no se ve rumbo claro, menos una mano firme, estabilizadora capaz de conciliar intereses, apaciguar los descontentos, cicatrizar heridas, unificar a los sectores, vertientes y expresiones políticas internas, las fuerzas vivas del antes “Partidazo Aplanadora”.
No en balde varios de nuestros amigos le dicen en son de broma “El Pritanic”, pues el barcote tricolor hoy “hace agua” y amenaza con irse a pique. Al tiempo. (Segunda de Tres Partes)
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