sábado, 24 de noviembre de 2018

Brexit: acuerdo o abismo


Cero Grados.-Ante su salida de la Unión Europea (UE), prevista para marzo próximo, Gran Bretaña se encuentra en una encrucijada: apoya un acuerdo de transición que la mantenga unida al bloque hasta 2020 o enfrenta el abismo


Este dilema ha sumergido al gobierno conservador de la primera ministra Theresa May en una de las peores crisis políticas de las últimas décadas, con graves consecuencias para el futuro del país.

May logró sobrevivir a una salida forzada del gobierno pedida por el ala más anti-europea de su partido, al tratar de convencer a su agrupación, a la clase política y al electorado de Gran Bretaña, de su polémico acuerdo sobre el Brexit con Bruselas.

Bajo el plan que logró acordar la primera ministra británica con la UE, se establece con claridad que Gran Bretaña tendrá tiempo hasta el 31 de diciembre de 2020 como mínimo para prepararse ante el nuevo escenario de la salida, y que ese período de transición puede incluso prolongarse el tiempo necesario hasta que quede definida y acordada la nueva relación comercial entre Reino Unido y la UE.



También evita una frontera “dura” entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte al mantener a este última dentro de la unión aduanera.

Sin embargo, esto implica que el gobierno británico deberá respetar muchas de las normativas de la UE y no podrá firmar tratados comerciales con terceros países durante ese periodo.

A poco más de una semana de haber anunciado junto al negociador principal de la UE, Michel Barnier, dicho acuerdo para sentar las bases de la salida británica del bloque, May enfrentó sendos pedidos para dar un paso al costado, tras haber sido acusada de ceder demasiado ante Bruselas.

Una veintena de parlamentarios conservadores anti-europeos encabezados por el excanciller Boris Johnson y el ultraconservador Jacob Rees-Mogg, este último presidente del European Research Group, que aglutina al núcleo duro de ‘tories’ euroescépticos, coincidieron en que el modelo que busca May equivale a mantener el país como un “vasallo” de la UE de manera indefinida, aceptando sus normas sin tener voz ni voto a la hora de tomar decisiones.

Los euroescépticos creen además que el plan dejará al Reino Unido en un “limbo” por tiempo indeterminado, impidiéndole que haga acuerdos comerciales por separado con otros países del mundo.

El descontento fue tal dentro del gabinete de May, que varios de sus ministros y secretarios renunciaron a su cargo, incluido el secretario para el Brexit, Dominic Raab, y el secretario de Estado de Transportes, Jo Johnson, hermano de Boris. Este último aseguró que el acuerdo en curso “sería un terrible error” y pidió un segundo referendo.

Los diputados conservadores euroescépticos esperaban juntar 48 firmas para obligar a una votación interna que decida la jefatura del partido y tumbe a May de su cargo.

El proceso se iniciaría si así lo pide un 15% de los diputados conservadores. Dicho mecanismo comienza a partir de cartas que se entregan a Graham Brady, presidente del denominado Comité 1922 del partido, en el que están representados aquellos parlamentarios que no forman parte del Ejecutivo.

Como los conservadores tienen 315 diputados en la Cámara de los Comunes, la cifra necesaria para pedir por una elección interna que decida la jefatura de la agrupación oficialista es de 48 cartas.

Por ahora, esa cifra no fue alcanzada, pero los parlamentarios euroescépticos esperan que se alcance esa marca si aumenta el descontento con la primera ministra.

Dentro de su gabinete, los cinco euroescépticos –Michael Gove, Liam Fox, Chris Grayling, Penny Mordaunt y Andrea Leadsome– dijeron que sólo apoyarán el acuerdo alcanzado con Bruselas, si May logra cambiar el borrador de retirada antes de la cumbre europea extraordinaria convocada para este domingo 25 de noviembre.

May no sólo tiene que hacer frente a una gran división interna dentro de su partido, sino también a una fuerte oposición por parte del Partido Laborista, del Partido Nacionalista Escocés (SNP) y del Partido Democrático del Ulster (DUP), este último del que depende para obtener una mayoría en el Parlamento.

Esas tres agrupaciones han advertido que votarán en contra del acuerdo por el Brexit en una votación clave prevista para comienzos de diciembre en la Cámara de los Comunes.

Los diputados enfrentan tres posibles opciones. Pueden votar a favor del acuerdo que alcanzó May, permitir que el Reino Unido abandone la UE sin ningún acuerdo, o convocar a un segundo referéndum, que podría llevar a que se suspenda el Brexit de forma indefinida.

Tanto el opositor Laborismo como muchos conservadores euroescépticos señalaron que no permitirán que el país abandone la UE sin un acuerdo previamente firmado con Bruselas.

De todos modos, May ha advertido que si el Parlamento rechaza el plan que acordó con Bruselas, Gran Bretaña enfrentará un posible “no acuerdo” con la UE para marzo próximo, con consecuencias “catastróficas” para la economía, la distribución de alimentos y medicamentos, además de serios inconvenientes para sectores como el de transporte aéreo, controles fronterizos y aduanas.

La primera ministra británica enfrenta además un choque directo con España, que habría amenazado con descarrilar el acuerdo por el Brexit al demandar a Londres negociaciones por separado por el futuro de la soberanía del Peñón de Gibraltar.

Por su parte, David Mundell, el secretario británico para Escocia, amenazó que renunciará a su cargo si Gran Bretaña sigue “atado” a las políticas pesqueras y cuotas de pesca impuestas por la UE después de 2020.

En tanto, la secretaria británica para Irlanda del Norte, Karen Bradley, dijo que en caso de un “no acuerdo” con Bruselas, deberán imponerse controles fronterizos entre las dos Irlandas, ya que los requisitos de la Organización Mundial del Comercio “son muy claras” al respecto.

Luego de sobrevivir a un primer intento por deponerla de su puesto, la primera ministra inició una maratónica ronda de entrevistas, ponencias y conferencias públicas en el país para lograr convencer a los distintos sectores de la sociedad de las bondades del acuerdo alcanzado con Bruselas.

En una ponencia ante la Confederación de la Industria británica (CBI), el pasado 18 de noviembre, May dio a conocer nuevas medidas inmigratorias para atraer a “los mejores candidatos, sin priorizar a ciudadanos europeos”.

Sin embargo, la directora general de CBI, Carolyn Fairbairn, alertó de que “el fin de la libertad de movimiento (de comunitarios) y un nuevo sistema de inmigración suponen un cambio sísmico, al que las empresas del país necesitan tiempo para adaptarse”. Acusó al gobierno de crear “una falsa elección entre trabajadores de alta o baja calificación”, cuando la economía británica necesita de ambos.

Según Fairnairn, los sectores de la economía como la hostelería, la agricultura, la construcción y el sistema de salud, “ya están expresando temores por la dificultad de encontrar personal adecuado”.

A pesar de las críticas, el presidente de la CBI, John Allan, consideró que, aunque el borrador del acuerdo de salida “no es perfecto”, evita “la ruina” de abandonar el bloque sin pacto.

“Estamos tratando de alcanzar un acuerdo que respete el resultado del referéndum y minimice el daño a nuestra economía”, dijo el empresario.

Lo cierto es que este mes, al menos unos 200 ejecutivos firmaron una carta reclamando a los diputados que rechacen el texto cuando se vote en Westminster, y que se convoque a un segundo referéndum.

May tiene previsto viajar a Bruselas en los próximos días para encabezar ella misma las negociaciones de salida, incluyendo acordar una fecha para la extensión del período de transición, el esquema para una relación futura con la UE y eventuales acuerdos comerciales con el bloque.

“Vamos ampliar con más detalles la declaración política entre ambas partes para transformarla en un acuerdo de relación a futuro”, informó un portavoz oficial de May en la residencia de Downing Street.

“Aún queda mucho trabajo por hacer. La primera ministra ha calificado este período como ‘crítico’, y creemos que las negociaciones a partir de ahora serán intensivas”, agregó.

Lo cierto es que la profunda crisis que atraviesa el gobierno de May, las divisiones constantes dentro del Partido Conservador, y el fantasma de un “no acuerdo” a sólo cuatro meses de la fecha de salida del bloque, están teniendo consecuencias en la opinión de los británicos.

El más reciente sondeo de opinión, elaborado por la consultora Opinium para el semanario The Observer, concluyó que el Laborismo de Jeremy Corbyn ya superó a los conservadores como el partido con más apoyo entre el electorado.

Los laboristas obtuvieron 39% del apoyo, comparado con 36% para los conservadores, que retrocedieron cinco puntos desde el mes pasado. En tanto, la tercera fuerza política del país, los Liberales Democráticos, quedaron con 7%, un retroceso de un punto desde octubre, mientras que el euroescéptico Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), fundado por el ultra nacionalista Nigel Farage, mejoró un punto, al obtener 8% de la aprobación popular.

El sondeo de Opinión reveló que el decline de los “tories” se debe principalmente al abandono de los votantes conservadores por la salida de la UE. El mes pasado, 59% de esos británicos que votaron por el Brexit dijeron que votarían por el Partido Conservador en caso de celebrarse una elección general en el país.

Ahora, la proporción de los llamados brexiteers (a favor del Brexit) que apoyan a los conservadores cayó 10%, hasta el 49%. El apoyo al Laborismo por parte de esos votantes aumentó cuatro puntos, hasta el 26%, mientras que para el UKIP el incremento por parte de los brexiteers fue de seis puntos, hasta el 16%.

La consulta será otro incentivo para el partido de Corbyn, que busca obligar a May a llamar a unas elecciones generales para poner fin al “caos” generado por las negociaciones del Brexit.

John McDonnell, el portavoz de Finanzas en la oposición, también defiende la idea de convocar a elecciones generales, convencido de que aún hay tiempo para que un nuevo gobierno laborista negocie otro acuerdo antes de que Reino Unido abandone la UE en marzo.

La encuesta es una mala noticia para aquellos dentro del Partido Conservador que quieren un segundo referéndum sobre la salida del bloque, ya que los votantes por el Brexit, indicó, están preparados para votar en masa al UKIP si se hace peligrar la salida de la UE.

De acuerdo con el total de los consultados, 22% dijo que el acuerdo que consiguió May con Bruselas “es aceptable”, en tanto que 46% de los conservadores considera que su agrupación debería apoyar a la primera ministra y dar el sí a su plan.

Los simpatizantes del Laborismo también están divididos acerca de si esa agrupación debería o no apoyar el acuerdo. Un 42% de los laboristas dijo que su partido debería rechazar el plan de May, mientras que 22% opinó lo contrario.

Tras ser consultados acerca de si los británicos deberían poder decidir al respecto en un segundo referéndum en caso que el Parlamento rechace el acuerdo de May, 49% se mostró a favor de una nueva consulta, en tanto que 38% la rechaza.

A pesar de los constantes embates y críticas a su liderazgo, May sigue siendo la jefa política con mayor apoyo popular (30%), una caída de dos puntos comparado con el mes pasado, en tanto que Corbyn quedó en segundo lugar, con 23%.

De todos modos, 56% desaprueba la forma en que May encaró las negociaciones por el Brexit, comparado con sólo 26% que consideró sus tratativas como “positivas”.

Por el contrario, sólo 19% de los británicos aprueba la forma en que Corbyn ha lidiado con el tema del Brexit, frente a un 50% que desaprueba totalmente cómo el jefe laborista ha encarado esas negociaciones.

Al gobierno de May se le está acabando el tiempo para conseguir apoyo al polémico acuerdo con la UE. Luego que los líderes de la UE rechazaron la idea de reiniciar las conversaciones sobre el Brexit, la primera ministra británica está obligada a conseguir que su plan sea avalado en el Parlamento de Westminster, o de otro modo enfrentará un posible abismo político, económico y social para su país.

Fuente: https://www.proceso.com.mx

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