Casual, vas a la estética más cercana, arreglarte el
cabello, hacerte un corte, unas luces, algunos rulos, no sé, hay un sinfín de
posibilidades, tomas asiento y comienzas la casual charla con tu estilista, de
pronto, justo cuando estás viendo cómo está tomando forma tu nuevo estilo, una
imagen terrorífica aparece en el espejo, tu cara desencajada no se disimula y
de inmediato lo reportas para saber si alguien más lo vio.
Tratan de tranquilizarte, después de todo, puede que sólo
sea producto de tu imaginación o del estrés, es poco probable, te dicen, que
haya algo en ese espejo, tú con reservas asientes, ahora lo único que quieres
es salir de ahí, sin embargo, las cosas parecen ir de manera normal, empiezas a
tranquilizarte y esta vez las cosas se ponen peor.
Gritos de los presentes te alertan de lo inevitable, la cara
del espejo está caminando cual niña del exorcista por los pasillos del local,
se arma el alboroto, tú corres de ahí lo más rápido posible, para después darte
cuenta que has sido víctima de una de las bromas de cámara escondida más
sofisticada de los últimos tiempos.
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