Por:  Eduardo Azuri 

Termina uno reanalizar la historia de la TV cultural mexicana, y queda en la mente una especie de voz que evoca un futbolero grito, que se ha convertido en emblema de proezas nacionales en cualquier ámbito: “Si se puede”, “si se puede”. Si, los ejemplos narrados con detalle crónico, de los canales 11, 22 y 40, especialmente de los dos primeros, nos devuelven la fe en una televisión diferente, constructiva y por que no, rentable.


Estos microcosmos del desarrollo televisivo de México, son en realidad, grandes muestras de que en nuestro país más allá de los intereses económicos y políticos que han configurado la televisión dominante-que se caracteriza por ser banal, superflua además de estereotipante- existe el talento individual, la tradición cultural, un gran bagaje histórico y una desbordante creatividad que cuando se conjugan adecuadamente reditúan en productos de alta calidad, contenido, sin menoscabo del entretenimiento y la diversión.

Canal 11 es la primera muestra, creado a instancias del Instituto Politécnico Nacional en 1958, ha evolucionado a través de un proceso permanente centrado en superar las propias limitaciones, a la vez que se mantiene una apertura insólita en la cultura nacional, que le permite firmar convenios dentro y fuera del país, lo mismo con la UNAM que con productoras de todo el mundo. Esta dinámica le ha permitido crear clásicos de la televisión cultural mexicana, tales como “Aquí nos toco vivir”, “Toros y toreros”, “Rehilete” entre otros muchos, que han marcado un estilo de hacer televisión mexicana que sería seguido, y hasta en algunas ocasiones, mejorado por otras emisoras como canal 22.

Hablando de éste último, si bien el 11 nos ofrece un gran ejemplo de lo que la constancia y la apertura pueden lograr, canal 22 no muestra hasta donde puede llegar la unión y el trabajo en equipo, valores también difíciles de encontrar en nuestro ámbito cultural. Esta emisora surge de la unión de intelectuales mexicanos que reclamaron como suya una frecuencia que el presidente Carlos Salinas de Gortari pretendía, bajo la fiebre de privatización, vender al mejor postor. La frecuencia les fue así otorgada, y no sólo eso, un interesante subsidio para que pudiera generarse un canal con una vocación cultural integradora y universal. Así el 23 de junio de 1993 sale al aire canal 22 con una entrevista a Gabriel García Márquez.

El slogan definitivo de canal “La cultura también se ve” es un claro ejemplo de la orientación estratégica del canal, ya que una cultura que se ve, se refirió a una cultura que es también amena, divertida, y plural. Esta orientación y una adecuada dirección de José María Pérez Gay le valieron a canal 22, a apenas tres años de su lanzamiento, obtener el premio mundial CAMERA otorgado por UNESCO como la mejor televisora cultural del mundo en 1996.

Por si fuera poco ambos canales, 11 y 22 han evolucionado a esquemas mixtos de financiamiento en los que combinan subsidio, con venta de espacio a patrocinadores, lo que los ha hecho más rentables y autónomos sin perder su vocación eminentemente cultural.

El caso de canal 40 es en gran medida similar, aunque menos exitoso en términos de desarrollo y estabilidad, resultante de la venta de una concesión en el año de 1991 para explotar una frecuencia, al empresario Javier Moreno Valle, relacionado con los medios, especialmente la Radio, fue concebido como un canal meramente informativo, un canal de info-entretenimiento, línea programática que le dio resultado en sus primeros años, configurando un muy buen estilo de periodismo televisivo analítico-crítico, gracias a la incorporación de importantes figuras, del medio tales como Ciro Gómez Leyva ,Virgilio Caballero, Dense Dresser, Germán Dehessa, entre otros.

Desgraciadamente los problemas financieros del canal, lo llevaron a vender la mayoría de sus acciones a TV Azteca, derivando en un conflicto que tuvo que resolverse a nivel del poder ejecutivo, comprometiendo en gran medida la viabilidad del proyecto.

Hoy en día y ante las nuevas posibilidades de modificar el marco legal de la televisión mexicana, los ejemplos de estas tres emisoras deben ser tomados en cuenta como modelos para el desarrollo de mayores y mejores alternativas para un país que crece en complejidad y pluralidad, pero decrece en niveles educativos y de conciencia histórico-social, comprometiendo así, su futuro.