Rosarito Informa.-“Dicen
que no es necesario ir hasta el sur del país”. La miseria, la
explotación casi esclavitud se puede encontrar en esta frontera; aunque
aquí es peor, porque en sus pueblos miles soñaron que al llegar
tendrían una vida mejor, mencionan los jornaleros del Valle de San
Quintín.
A
190 km al sur de la cabecera municipal del gran puerto de Ensenada ,
donde con solo abrir un poquito la boca, toneladas de polvo impiden la
respiración a más de 60 mil indígenas de los pueblos triqui, mixtecos y
zapotecos, se ubica San Quintín.
Un
poblado de aspecto árido y desolado que desde antaño frece un triste
panorama, los rostros de la explotación del norte de México.
Familias
de hasta 8 integrantes que viven en pequeñas casas de cartón, lamina y
si tienen suerte las detienen cimientos de madera; donde todos los días
(de madrugada) hay que arribar el camión que los llevará a los campos
agrícolas y donde los “patrones” les pagarán unos 130 pesos diarios por
trabajar “hasta que el cuerpo se desvanezca”.
Son
las tres treinta de la mañana, el parque público ya luce atascado:
niños, jóvenes, ancianos. Familias enteras, parejas, hermanos, todos
comparten algo en común: “vamos a chingarle”, lamentan.
Una
jovencita de apenas 16 años contó que desde chiquita sus papas
originarios de Oaxaca la llevaron a trabajar en el campo: ala pizca de
cebolla en un campo agrícola denominado “Los pinos”.
Ahora
ella, sus papas y sus hermanos incluido el más pequeño (de apenas 11
años) todos los días trabajan jornadas completas de trabajo sin sueldo
fijo: “el surco lo pagan a 20 pesos o a 35 pesos”, explicó
Incluso
ya establecieron su vestimenta: pantalón desaliñado, cachucha y un
paliacate para cubrir la mitad de su rostro, para convertirse en
“momias”, como dijo una jornalera; que ya se ha convertido en el
uniforme oficial de los jornaleros de San Quintín.
También
los hay jornaleros agrícolas jóvenes, su rutina es diferente a la de
los niños y los ancianos que hacen largas filas para comprar el café y
el champurrado. Encontraron un nuevo escaparate a su realidad, antes de
arribar los camiones que envían sus “patrones” y “mayordomos” se reúnen y
se comparten porros de marihuana.
La
faena es dura, en San Quintín pega duro el sol y los sueldos son
insignificantes; a pesar de eso dicen que hay patrones que pagan mejor,
apenas unos pesos más tal vez cinco o diez, por eso decenas de indígenas
pelean o huyen de algún camión.
En
uno de los muchos ranchos agrícolas localizado al norte de San Quintín,
aquí no hay hospitales ni doctores cerca, solo grandes extensiones de
tierra que a lo lejos asemejan una gran alfombra verde.
No
es nada fácil accesar, primero hay que hablar con el “mayordomo”, y es
que como en su mayoría los jornaleros agrícolas migrantes llegaron
enganchados por otros “mayordomos” del sur de México. Como quien dice ya
vienen recomendados para pizcar fresa, cebolla o tomate que más tarde
serán exportados a los Estados Unidos.
Así
que se tiene que esperar hasta que llegue el “Patrón” y como quien dice
“de la bendición” o cuando menos “el visto bueno”, aunque para las
mujeres es más difícil ingresar que para los hombres, “rinden menos… no
van aguantar”, expresó un “mayordomo”
No hay comentarios:
Publicar un comentario