Rosarito Informa.- En los tiempos de la hegemonía priista, una regla no escrita del sistema rezaba que “quien se mueve, no sale en la foto”. Era una clara referencia a las virtudes de docilidad, silencio y mesura entre los precandidatos priistas que, generalmente, formaban parte del gabinete presidencial en turno.
Por supuesto que las patadas debajo de la mesa siempre estaban presentes y, en algunos casos, como en la tragedia de octubre de 1968, los más interesados en eliminar al contrario utilizaban la represión o las matanzas para influir en el ánimo del “Gran Elector”, el Supremo Presidente.
Desde que el “Gran Elector” ya no es el Dedo Presidencial sino el voto ciudadano o la Gran Pantalla Aspiracional, los políticos se ponen nerviosos y se mueven intensamente para perfilarse como candidatos presidenciales.
Eso sucedió con Vicente Fox desde 2003, quien recibió una sopa de su propio chocolate cuando Felipe Calderón lo desafió “destapándose” a la mitad de su sexenio, mientras que gobernadores priistas como Arturo Montiel o Roberto Madrazo y el jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador, se ubicaron como los principales precandidatos opositores en el “sexenio de la alternancia”.
Y cuando Calderón fue presidente, desde el principio de su sexenio, el gobernador mexiquense Enrique Peña Nieto se tomó todas las fotos y los videos posibles para que se le percibiera como el inevitable candidato presidencial del PRI. Toneladas de dinero y de intereses se configuraron en torno al peñismo. Fue el candidato de la Gran Pantalla.
Por si fuera poco, la sucesión calderonista se difuminó desde noviembre de 2008, cuando su delfín, Juan Camilo Mouriño, falleció en un accidente aéreo, mientras que en la izquierda un “presidente legítimo” se fue preparando para su segunda campaña presidencial en 2012 y un jefe de gobierno capitalino en ascenso, Marcelo Ebrard, decidió competir abiertamente.
Ahora ya no se trata de no moverse o de procurar que se le tomen mucha fotos a costa del erario. Por el contrario, todos se mueven y quien no lo haga pierde sus cinco minutos de destape.
Los presidenciables, como las redes sociales, son instantáneos, se autonombran, se toman selfies políticas y concurren a Youtube antes que a Televisa o a TV Azteca para adelantarse a las inasibles circunstancias políticas.
Tras las elecciones federales y de nueve entidades en este 2015, han emergido las selfies presidenciales que pretenden adelantarnos al 2018:
1. La primera y más explícita es la exprimera dama Margarita Zavala, quien se grabó en un video de Youtube, el domingo 14 de junio. Nadie sabe a ciencia exacta si la esposa de Felipe Calderón está repitiendo la ruta de su marido o advirtiendo que seguirá la ruta de Jaime Rodríguez, El Bronco. En otras palabras, Zavala ensaya un cisma interno en el PAN o una fractura del calderonismo que puede derivar en una candidatura con el sello de “independiente”.
2. La segunda es la del jefe de gobierno capitalino, Miguel Ángel Mancera. El gran derrotado políticamente de los comicios del 7 de junio frente a la fractura de la izquierda se lanzó al vacío para advertir que sí quiere ser candidato presidencial. No ha aclarado si será aspirante por el PRD, por Morena, por Peña o por la modalidad de “independiente”. Lo único claro es que, ante la adversidad, Mancera acelera la fuga al 2018.
3. La tercera es la de los gobernadores que pretenden repetir la ruta Peña Nieto. En Puebla, Rafael Moreno Valle reúne a sus homólogos panistas y contrata porristas entre senadores para que le tomen selfies presidenciales y que se difundan en las televisoras.
En Chiapas, Manuel Velasco, se convierte en una parodia del modelo de Peña, pero él no se inmuta ni se sonroja porque su condición Verde lo convierte en una opción, casi segura, de un partido subordinado a Los Pinos y a TV Azteca.
Y en el Estado de México, Eruviel Avila se toma fotos en la boda de su hija para que todos veamos que en evento tan privado los verdaderos festejados eran el secretario de Defensa, el titular de Hacienda, el secretario de Gobernación y la clase política del Valle de México.
4. El cuarto modelo es el del gabinete de Peña Nieto. Ahí nadie se quiere mover para que no lo descalifiquen o lo escruten públicamente, pero es claro que entre Luis Videgaray, Miguel Angel Osorio Chong y Aurelio Nuño se toman selfies a la medida con sus escuderos, seguidores y redactores.
Los inevitables cambios en el gabinete que se perfilan tras las elecciones de este año modificarán la escena del equipo peñista. La sucesión priista se jugará, también, en función de otros actores y factores de poder como Manlio Fabio Beltrones, Emilio Gamboa Patrón y Beatriz Paredes, los tres grandes jefes de grupos políticos del PRI con quienes se tomarán las selfies del reinado de Atlacomulco.
5. El quinto modelo es el de los políticos que dependen más de su carisma y la fuerza de sus electores que del cisma de sus partidos. Ese es el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien tras el éxito de Morena en estos comicios se perfila para su tercera campaña presidencial sin necesidad de diferenciarse deLos Chuchos, como en 2012.
Y entre los casos más novedosos está el de Jaime Rodríguez, El Bronco, que apenas deberá demostrar si es capaz de enderezar el rumbo de una entidad como Nuevo León, tras el desastre de Rodrigo Medina, pero ya es mencionado en la prensa extranjera como suspirante del 2018. Algo similar podrá ocurrir con Enrique Alfaro y su alcaldía en Guadalajara que se perfila ya como una gubernatura paralela a la de Aristóteles Sandoval.
Por supuesto, también hay selfies de humor involuntario como el del astronauta mexicano Rodolfo Neri Vela, quien desde el nostálgico espacio sideral quiere llegar a las urnas para ser candidato “independiente” a la Presidencia de la República.
Y, si nos apuran, por ahí surgirá un Donald Trump que, desde la soberbia de su riqueza e ignorancia, quiera imponerse como el selfie mediático-empresarial para el 2018.
Lo único cierto en medio de la incertidumbre de la clase política es que entre tanto “autodestape” la sociedad finalmente esperará el siguiente episodio de nuestra tragicomedia nacional.
Fuente: Proceso
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