Pedro Martínez Serrano
Nunca
antes como ahora, la Procuraduría de Derechos Humanos de Baja
California (PDH) había estado en manos de un sujeto tan servil, tan
rastrero, tan zalamero y, para colmo, un vulgar vividor de la
simulación. No sólo eso, el tal Arnulfo de León Lavenant, un abogadillo
que vivió reptando en oficinas, en busca de migajas, resultó ratero,
tramposo y cínico.