martes, 10 de abril de 2012

El autoengaño de Andrés Manuel

Rosarito informa.-En las últimas semanas los seguidores de López Obrador han sido muy generosos con su más más cercana rival, Josefina Vázquez Mota, a la que le han señalado todo lo que ha hecho mal.

 Por supuesto, el objetivo no ha sido altruista sino tumbar su candidatura, no obstante, en el proceso ayudaron a precipitar un cambio que ayer se hizo público con la reestructura de su equipo. Si ese “golpe de timón”, como lo llamó la candidata, da resultados o no lo estaremos viendo pronto. Sin embargo, ahora el que tiene el problema mayor es su propio gallo, Andrés Manuel.
 
 
Porque si bien es mala una campaña que va de tropiezo en tropiezo, es peor otra que va mal... pero donde sus estrategas y seguidores no se han enterado. Y es el caso del Movimiento Progresista. Es verdad que si pidiera a los lectores un recuento de las pifias de AMLO en los últimos días, lo más probable es que no encontraríamos alguna. López Obrador no se ha equivocado. Sus actos han salido bien. Gran resultado si estuviera a veinte puntos arriba de sus rivales.
El problema es que si les pidiera un recuento de lo ha hecho López Obrador desde la semana pasada para ganar su voto, probablemente tampoco encuentren razones. Y eso es muy grave porque como ocurre en los deportes, tanto Josefina como Andrés Manuel tienen que hacer mucho más que Peña para remontar en los menos de tres meses que faltan para la elección. Y no lo está haciendo.

Si revisamos su estrategia de medios veríamos que trae la mira chueca. Hace poco su discurso central fue sobre el zapatismo, un tema lejos de la agenda y la coyuntura. Después se pronunció por mantener Pemex como está, insistió en el tema de la austeridad y su caballo de batalla es aquello de que habrá dos proyectos de nación en juego en la boleta el primer de julio. El problema no es si es cierto o falso sino que no es noticioso. AMLO está instalado en el 2007. Y sus temas suenan viejos. Como ya había señalado antes, en sus tradicionales conferencias mañaneras como Jefe de Gobierno López Obrador marcaba la agenda del día. En lo que va de estas semanas no ha colocado un solo día su tema.
 
Y si vamos a los números la situación es peor. Sin duda Josefina Vázquez Mota pagará un precio por todos los errores, no obstante a la fecha no hay una sola casa encuestadora que diga que AMLO va en segundo lugar o que haya tenido un crecimiento notable. Ni siquiera en la última de Covarrubias, empresa cercana al equipo del candidato. Lo que me lleva a un terreno complejo en el entorno de López Obrador, pues algunos, ojo, algunos de sus seguidores y operadores tienen un problema en la percepción de la realidad que en vez de hacerles bien les causa un daño.
 
Como lo expresan en redes sociales constantemente, para muchos es evidente que su candidato va arriba en las preferencias. Lo notable es la ausencia de evidencias. Porque no sólo es que descalifiquen a una empresa encuestadora en particular – lo cuál es válido si tuvieran bases – sino que desestiman a las encuestas en su conjunto. Ya sea porque nunca los han encuestado a ellos o por qué no es posible que con una muestra determinen la intención de voto del conjunto de la sociedad. Es decir, que descalifican al ejercicio estadístico por sí mismo como si se tratara de artes ocultas. (Aunque fue una encuesta la que lo lo hizo candidato frente a Ebrard)
Paradójicamente, los mismos que reniegan de las encuestas conocidas se declaran convencidos de la autenticidad de sondeos en internet o de de los datos de empresas o asociaciones fantasma (como aquello de la Encuesta Nacional Independiente) que justo han nacido en esta coyuntura y que sin ningún antecedente o referente de quién está detrás como responsable o quién paga el estudio, dan por ganador a López Obrador.

Para darnos una idea hace poco preguntaba vía tuiter a uno de los partidarios de esta visión sobre la evidencia que tenía para asegurar que AMLO va arriba. Su respuesta fue muy reveladora: qué evidencia tienes de que no es así. Es decir, que todo termina convertido en un acto de fe. AMLO va arriba porque yo lo creo y porque los que están a mi alrededor así lo dicen. 
 
Es el equivalente de preguntar a los asistentes a una misa quiénes son católicos y llegar a la conclusión de que todo el país es creyente. Por si hubiera dudas sobre esta lógica basta ver que al abrirse un sondeo en internet, que por supuesto carece de todo rigor o valor estadístico, convocan a todos los seguidores de AMLO a votar por él. Y al final terminan aportando como argumento de su fuerza, el resultado que ellos mismos impulsaron a través de sus propias redes. Es como ver a un mago sorprendido porque encontró el conejo en el sombrero, el mismo que él guardo antes de empezar el truco.
 
Es admirable sin duda la lealtad de ese sector del electorado que en buena medida le ha acompañado desde hace más de seis años y que seguirá con él pase lo que pase. Es también válido y plausible que estén decididos a luchar para que sea Presidente. La tragedia es confundir nuestros deseos con la realidad porque cuando ésta no se ajuste a los hechos la frustración es terrible. Y peor cuando es alimentada desde el propio candidato que les estimula la idea de que los dados están cargados en su contra y que no les dejarán llegar, cuando en los hechos hoy por hoy, no están cerca de ganar.

Ya lo he dicho antes, Andrés Manuel López Obrador es un gran candidato. Pero tienen que reconocer, él y los suyos, que las cosas no van bien para poder empezar a actuar en consecuencia.

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