viernes, 19 de febrero de 2016

Expediente Confidencial

Por: Gerardo Fragoso M.


La ambición mató al gato
El grado de lealtad que David Saúl Guakil le tiene a su partido, el Revolucionario Institucional, es algo que, por ciertas aristas, resulta impreciso.
El 20 de junio de 2012, a escasos 11 días de la elección presidencial, Guakil se envolvió con el manto priista y arengó que Andrés Manuel López Obrador obtendría el "tercer lugar en Baja California. Enrique Peña Nieto lo dejará abajo (por) ocho puntos".

Pasados esos 11 días, la 'hepatitis' sufrida por Tijuana mostró que dichos y hechos son cosa diferente en Guakil.
AMLO tuvo un alza impresionante, inaudita, en Tijuana. El tabasqueño ganó en los distritos 04 y 05, quedándose a 0.61 puntos de llevarse también el 08.


En las cuatro demarcaciones tijuanenses, el tabasqueño consiguió 44 mil 311 sufragios más que los postulantes a una curul, para un crecimiento de 102.07% en su votación, respecto a la que había obtenido seis años atrás.
Para darnos una idea de lo que significa esa cifra, basta decir que, a nivel nacional, el voto de AMLO creció apenas 7.72%; y en el Distrito Federal, su bastión, incluso, se contrajo un 8.68%.
Cabe resaltar que, seis años antes, AMLO no ganó ni un distrito en Tijuana.
Y en 2012, con todo y 'Efecto Peña', el Golden Boy de Atlacomulco sacó, apuradamente, un empate, 2-2, en territorio guakilista.
Semejantes antecedentes son complementados por la revelación que, en días recientes, me hizo una persona que alinea en el equipo del también empresario textil.
Por obvias razones, su identidad la mantendremos en secreto, pero es alguien que, como suele decirse en mi tierra, se la "rifó" con el ex delegado federal y, ahora, ha tomado distancia de él, merced a ciertas acciones que ha observado y ya no le parecen lícitas, éticamente hablando.
"Está obsesionado con la idea de ser alcalde. Pero esa obsesión lo tiene enfermo de rencor y desesperación", me comenta, al tiempo que oscila la cabeza.
El encuentro, que tiene lugar en la mesa colocada afuera de una tienda de conveniencia, duró casi una hora.
"Yo estaba al 100 con él, porque creía en su proyecto...", expresa, para luego, añadir, tras una pausa: "... hasta que las cosas empezaron a cambiar".
"Donde yo ya no le entré, fue cuando dijo que íbamos a hacerle campaña negra a Chris (López), al doctor (Jorge Enrique Astiazarán Orcí, presidente municipal de Tijuana), y al delegado (del CEN priista, Leobardo Alcalá Padilla), porque yo soy ciento por ciento priista, y traigo mi camiseta bien puesta", dice, alzando la voz.
Luego, tal vez pensando que alguien podría escucharla en el Oxxo, vuelve a bajarle y espeta: "Son chingaderas. Eso no es de un buen priista. Imagínate, decir 'si no voy yo, prepárense para chingárselos'. Yo puedo no estar de acuerdo con el candidato, pero no por eso voy a querer a (Jaime) Bonilla (Valdez) de presidente municipal".
"Ahí fue donde le dije a Lulú 'acá me bajo', y desde entonces me alejé. Yo no iba a estar operando una campaña negra contra mi propio partido", exclamá.
Lo de Guakil recuerda, toda proporción y capital político guardados, al caso de Carlos Joaquín Coldwell, dispuesto a todo por cumplir sus ambiciones.
Sin embargo, parece que Guakil no escuchó aquel dicho que reza: La ambición mató al gato.
Y lo mata, aunque sea de angora.
Comentarios: @gerardofragosom

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